24 may 2010

Duende entre encinares






Nos van a permitir antes de entrar en cuestión que nos paremos un momento para hablar de una de las ganaderías cuyas reses pastan en una de las zonas más bonitas y privilegiadas de nuestra  provincia (Jaén), siendo uno de los encastes preferidos por las figuras de otros tiempos, entre ellos y por poner solo un ejemplo significativo, el maestro Paco Camino fue uno de los asiduos lidiadores de este encaste.
Esta ganadería a la que podemos denominar “legendaria” ya que se formó a finales del siglo XVIII por Gil de Flores, pasó a Fructuoso Flores tras su fallecimiento. En 1898 la heredaron su viuda e hijos, vendiéndola en 1925 a los señores Flores Albarrán, que variaron el hierro y divisa, aumentándola con reses del marqués de Cúllar de Baza. En 1932 la aumentaron con un semental de Santa Coloma. Dos años después con un lote de Celso Pellón y en 1935 con la ganadería de Eizaguirre y Tejerina. En 1946 adquirió vacas oriundas de Samuel Hermanos. En 1956 se partió la ganadería continuando unidos Daniel y Pedro, bajo la denominación de “Herederos de Flores Albarrán”, los cuales adquirieron a Ana Carolina Díez Mahou el semental puro de Santa Coloma “Guitarrero” nº 123 y en 1972 otro del mismo origen, “Venturero” nº 71, así como un lote de novillas erales con el mismo hierro y procedencia, siguiendo hasta hoy con sementales puros de esta procedencia.
Estos días atrás hemos estado acompañando en las típicas labores camperas de tentadero al matador de toros ubetense Juan Antonio Millán “Carnicerito de Úbeda”, que desde la ciudad de los cerros bajó a los llanos de la “Medianería”, finca donde se encuentra ubicada esta ganadería, para demostrar que si valientes son los ganaderos por no transigir con lo establecido y criar unas reses con distintivo propio; del mismo modo Juan Antonio expresó un toreo con una personalidad tan propia que le distingue de lo beneficiosamente establecido, aunque banal para el aficionado.
Como es habitual en Juan Antonio, en el tentadero realizó un toreo puro, pulcro, sin alardes ni desplantes cara a la galería. Toreó para él, para su disfrute, que aunque parezca una contradicción, es cuando mejor se torea y se hace disfrutar al espectador, amén de ofrecer al ganadero una dimensión clara y real de lo que ha criado para que pueda ser si así lo estima oportuno, “campo a abonar” para futuras generaciones orgullo de su encaste. Les puedo asegurar que sentado en la “tapia” de “cabezaparda” viendo torear a Juan Antonio, divisando al fondo el emblemático y majestuoso Santuario de la Virgen de la Cabeza, es una sensación difícil de narrar.
En fin, que voy a decirles a los buenos aficionados que no sepan sobre las cualidades artísticas que atesora este torero de Úbeda, nuestro torero, puesto que de todos es sobradamente conocida su calidad a pesar de las escasas ocasiones que tiene para demostrarlo.