26 mar 2010

LLANOMOJAO: Tierra en la que los toreros se inspiran en el ruedo

La esencia del toreo se pudo disfrutar en Llanomojao en la mañana del sábado donde los toreros que allí se dieron cita torearon con enjundia haciendo disfrutar a los aficionados.
Un año más, Llanomojao fue escenario de puro arte, allí se dieron cita José Luis Moreno, Juan Antonio Millán "Carnicerito de Úbeda", Luis Miguel Vázquez y David Mora, que junto con el anfitrión, Félix Jesús Rodríguez hicieron las delicias del público. Las becerras de Hermanos Tornay contribuyeron a ello, en total se torearon cinco becerras. Las cuales pudieron torear los aficionados una vez que habían terminado los maestros.
El que abrió cartel fue el cordobés José Luis Moreno que tanto con el capote como con la muleta fascinó a todos los aficionados que allí se dieron cita. Sobre todo destacaron los naturales tan profundos y con tanta enjudia que dio. Su hijo desde el tendido miraba con admiración a su padre. Un pequeño que tal vez algún día decida seguir los pasos de su progenitor. ¿Quién sabe? Los genes por lo menos los tiene.
La segunda becerra le correspondió a "Carnicerito de Úbeda", a nadie que visita Llanomojao le sorprende como torea el jienense, ese toreo puro y clásico que tan sólo él sabe hacer. Ese día lo pudieron disfrutar.
Y también comprobar como su hermana Magdalena coge la muleta y se pone delante de las becerras. Solía acompañar a su hermano en los tentaderos, y aunque hacía dos años que no se ponía delante de una becerra apenas se le notó. "Quien tuvo, retuvo y guardó para la vejez" según el refrán tradicional.
Otro de los toreros a los que vimos en la plaza de Alamillo fue a Luis Miguel Vázquez, aunque su becerra no fue la mejor de todas, y le hizo sudar, pero estuvo a la altura de las circunstancias. Consiguió sacarle muletazos cuando en un principio parecía que la de Tornay no iba a contribuir a ello. Esto le sirve de preparación para su próximo compromiso, que no es otro que el día 20 de enero en Illescas, para el certamen Puerta Grande.
A quien también le servirá de entrenamiento para dicho certamen será a David Mora, aunque él hasta el día 3 de febrero no tiene que hacer el paseíllo. Mora se entendió muy bien con su becerra y aunque fue la última y el hambre estaba haciendo mella en los asistentes, esperaron para disfrutar del arte de este joven matador.
El anfitrión
En tercer lugar toreo Félix Jesús Rodríguez, todos los años se pone la calzona y los zajones para que los miembros de su peña vean que aún queda dentro de él ese buen torero que un día quiso llegar a lo más lejos, y al final cambió el oro por la plata. Siendo hoy día uno de los mejores banderilleros que existen dentro del panorama nacional.
Quien pudo aprovechar la embestida de todas las becerras y con ello poder aprender el oficio fue Emilio Bresó, a pesar de los revolcones que recibía se quedaba muy quieto y volvía a ponerse delante de la cara de la becerra.
Premios
Después de torear se procedió a la comida y tras el café se entregó el trofeo del taurino del año, que en esta ocasión había recaído en la fiesta del año anterior en Paco Alcalde. El matador de toros de Alamillo no pudo asistir a recogerlo por una indisposición médica. Fue su sobrina Marta la que lo recogió en su nombre, transmitiendo a los presentes la alegría de su tío por dicho galardón.
También se nombró al taurino de este año, que no fue otro que Balbino Bejarano un alamillero de pro, que lucha por la fiesta nacional como nadie, será en diciembre de este año cuando recoja su trofeo.Para quien también hubo una pintura y una poesía fue para Félix Rodríguez, algo que no esperaba y que agradeció a los presentes.
Fuente.- Raquel Montero

Sensibilidad en Llanomojao


La magia del toreo alterna con la sensibilidad en Llanomojao
Mañana de emociones en Llanomojao, unas más agradables que otras. Por ejemplo: bajada de tensión del presidente de la peña y revelación de un aficionado como futura promesa del toreo.
Un milagro surgió el pasado 2 de enero en Llanomojao. O tal vez ese milagro viniera concedido por alguien con ese nombre que ahora ocupa un palco especial en el cielo. Y es que el sol lucía en lo alto para permitir que en la finca se practicara el toreo. Después del temporal que arreciaba en toda España, parecía casi imposible que la fiesta que la peña taurina de Alamillo se pudiera llevar a cabo. Aunque siempre hay un rayo de esperanza en el que creer.
Aunque antes de que comenzara a practicarse el toreo en el albero hubo un pequeño susto. Regino los Santos, el presidente de la peña, sufrió una bajada de tensión y tuvo que ser atendido por los servicios médicos de la localidad. Una pequeña “cornada” que no le impidió contemplar el toreo y dar su opinión desde el palco de la placita de toros de Llanomojao.
Aunque no se trataba de un festival o de una corrida de toros, propiamente dicha, se respetó la antigüedad de los toreros, como viene siendo habitual. Abría cartel Aníbal Ruiz, que hacía un par de años que no pisaba ese albero y donde tiene seguidores afines a su toreo. Dejó muestras de la madurez que atesora dejando una trincherilla marca de la casa para paladares exquisitos.
Carnicerito de Úbeda volvió a mostrar su elegancia a la hora de coger capote y muleta. Con hondura y profundidad toreó a la buena becerra de Expósito. Al igual que lo hizo David Mora, con esa calidad que ha cosechado durante la temporada, aunque este torero siempre ha contado con esa calidad, pero la continuidad a la hora de torear se hace más visible.
Para cerrar el cartel, el anfitrión de la fiesta, Félix Jesús Rodríguez, que no tuvo la dicha que le saliera la mejor de las becerras, aún así solventó la papeleta como sólo sabe hacerlo este hombre de plata.
La revelación de la mañana fue un aficionado veterano que causó una gran impresión en los asistente. Lucio Mozo lleva varios años cogiendo la muleta, pero con el sentimiento que le ha puesto este año pocas veces, no porque él no citara a las vacas con la misma pasión, simplemente por la calidad de las de este año, que han dejado que el toreo fluya con un arte especial.
Aparte de los aficionados y de los toreros profesionales brillaron con intensidad dos jóvenes promesas manchegas como son Diego Gutiérrez Mora y Emilio Bresó, las últimas embestidas de las eralas de la ganadería de Expósito.
degustación
Tras el sabor a toreo del “güeno” que se disfrutó en la placita de tientas se pasó a degustar los manjares de la tierra, para finalmente completar la jornada con la entrega del trofeo de taurino del año que en esta ocasión quedaba en casa, ya que al finalizar el año se eligió a Félix Rodríguez, más conocido como El Mayoral, como taurino del año, por ser un gran aficionado. Momento de máxima emotividad al conceder el galardón por los recuerdos del año pasado, que no eran otros que los evocados por la figura de Milagros, su esposa, que con orgullo posaba a su lado cuando lo nombraron taurino del año.
No terminó la emotividad en el tramo que El Mayoral sino que su hijo le cogió el testigo, ya que los componentes de la peña le hicieron entrega de un regalo sorpresa para él.
Félix Jesús Rodríguez no se imaginaba que su peña le iba a hacer entrega de su primer vestido de torear, aquel que le compró a El Capea, un azul marino y oro que en el año 96 regaló a la peña Vasilea de Suiza. Conseguir el vestido costó mucho, pero al final lo consiguieron, y ahora lo mostrará en una vitrina en su casa.
La jornada campera continuo con una fiesta de flamenco, ya que los componentes del grupo Tomás y Fran tras dejar la muleta cogieron el micro para con sus voces cautivar a los presentes.
Momento mágico fue cuando Fran se arrancó cantando mientras David Mora estaba toreando, se hizo un silencio sepulcral para escuchar esa voz flamenca junto a los cites del torero.
Y como no podía ser de otra manera, el taurino del año del 2010 es Lucio Mozo, que recibirá su premio en la fiesta de diciembre de este año. Así lo ha decidido la junta directiva de la peña.
Fuente.- Raquel Montero (Foto)
Foto.- Finca Llanomojao

19 mar 2010

Cuento del “Tio Pepico” (Relatos en sepia) II

Reconozco que nos sirvieron de mucha ayuda los bueyes de los “Retameros”,de los que se decía haber nacido debajo del puente de Retama, en Ciudad Real, llevando por delante un “atajo” de cabras de mucho respeto; también las vacas domadas de los “Misildos”, que tambien fueron cabreros, y que tenian buena mano -a veces dura- para la doma de los “vacos”. Eran los pastores y los cabestreros. Por día, “pá” los dos padre e hijo, cuatro duros y la mantención, tanto de los bueyes como la de ellos, eran sus sueldos; a los de las vacas tres duros. Otra vez, tio Pepico, que esto es un cuento.
Calla, me dice y escucha: Vino Paco Arranz a dar una vuelta, quedando sorprendido del cambio que había pegado aquello. Las retintas gordas, como nutrias y sus becerros igual, por lo que a estas alturas del año, decidimos enviarlas al Matadero de Legazpi de Madrid. Las retintas con los terneritos, “haciendo ojo”; hoy ya no hay carne de aquella. Por cierto que una ternerita en canal, piel incluida, no dió los ochenta kilos y fué decomisada. Que leyes!, y yo acordándome de los huérfanos de guerra de mi pueblo, pasando “rasca”.
Qué pasó con las “cárdenas” o las “nevaillas”, como usted dice?.- Es que ésto, ni es cuento ni es entrevista, ni es nada. Me puse serio, pero como si nada. Vamos al tema ó cuento, ó lo que resulte. Algo, como disimulando un punto de enojo, advierto en su gesto, y prosigue: Aquellas retintas eran ásperas, altivas y encaradas, mientras que las “cárdenas” eran más manejables, nobles y vivas como ellas sólas; ahora eso sí, se colocaban delante de los terneros en cuanto notaban que se los mirabas. Esto, me produjo cierta inquietud. Hasta que un día, uno de esos ... de los de Olid, de la “cortijá” esa grande entre Jarafe y Mendoza, y me viene diciéndo que eran bravas, pero bravas de verdad y que ese hierro era de no sé que Marqués, de aquellas tierras de la baja Andalucía. El sí lo sabía. También advirtió que las crias estaban “escuartás” de una y orejisanos en la otra, que era nuestra señal de siempre y advirtiéndonos de que no herraramos, aunque ya hubieramos “señalao” pues el hierro de bravo habia que comprarlo y nosotros sólo teniamos el de manso y con las leyes de ahora ni para eso; sólo para ponerlo con “la pez” a las ovejas, el día del esquilado y no más.
A todo ésto, y te sigo contando, pues que llega un día Paco Arranz con Don Juan Pedro Valcárcel, que estaba en todo su apogeo, pretendiendo comprar las vacas de vientre, ya preñadas y con la reata del año anterior. Por lo visto, ya conocía del sacrificio de las retintas. Se ve que pensó en la ganga. Mi amigo, ya me tenía advertido de la mucha calidad de bravo que tenian las “nevaillas” del Marqués, que el conocía tan bien; por cierto que he sabido que este muchacho proviene de familia de cierta alcurnia, aunque se dedique a estos menesteres de la marchantería, el trato y los ganados. Yo lo relaciono con aquellas gentes nobles, propietarios de la finca “Gil de Olid”, la del Privilegio, y se dice que también lo fueron de Mendoza, Jarafe, La Laguna y de esa que ahora es de los Sanz, Torrubia se llama, sí; también de Arroyo-Vil y no sé cuantas más. De todas formas yo siempre he creído que eran del Rey...Pepico, por favor que se me sale del cuento, le advierto. Enseguida se rehace y continua: Si es cierto, llevas toda la razón. Estábamos en lo de Don Juan Pedro y un San Miguel más, desde que llegaron. Pues sí, que al final se le venden unas veinte vacas, guapas y avanzadas de preñez, quedándonos con lo de año, machos y hembras, y alguna vaca que no pudo salir adelante, por la edad así como el semental y que vendimos para un fabricante de embutidos, un tal Tomás Tirado, que quiso ser torero y que tuvo un hermano, ya novillero puntero, al que un novillo en Ubeda debió de cogerlo de mala manera, ya que de resultas perdió la vida. Tal vez si le hubieran cortado la pierna a tiempo pudiere haberse salvado, pero...ésto me lo contó Juan Pedro Toledano; el padre debió oponerse a lo de la amputación. Pasó lo que tenía que pasar. Yo creo que el “Olid” se hizo muy amigo de aquél hombre, el padre, “Manolíco” le decían. Los añojitos, y yendo a lo nuestro, se le vendieron a unos feriantes que venian para San Lucas. Nosotros nos quedamos con las añojas.
Al poco de esta transación, viene Rompetelas o Rajatelas, no me acuerdo bien, que empezaba como ganadero, a comprar las añojas, que estaban de ver. Ya sín las madres y con el destete en condiciones y bien hecho, por lo que no hicieron sentimiento alguno. Ya sin las madres, te repito, pues que se crecieron (parecian el doble de grandes) y dispuestas para afrontar en condiciones una primavera, de la que sacar fuerzas, para con poco más, soportar su primera tienta, y a todo esto sin herrar. Como te venía diciendo, llegó ese hombre y con buen pie , por cierto. Se le vendieron las añojas, con una sóla hierba, que para las retintas -venian más tempranas- hubiera supuesto la segunda, de no haberlas sacrificado. Obtuvo un buen resultado, ya que enseguida, a los pocos años comenzó a lidiar reses playeritas de cuerna, como las madres y ese “entrepelaillo” que ya iba con ellas desde chicas. Fortalecieron el encaste “asaltillao” que tenia en su casa. Supe que el Marqués, dueño de nuestras vacas, formó la ganaderia con cuarenta remiendos, practicamente igual que éste, el que compró nuestras añojas “escuartás alante”. Me decía mi amigo, que sabía de bravo, de su casta le vendría, casta que yo adivino como de aquél Gil que fué alguacil del pueblo y de todo el partido judicial, durante muchos años, sí el Tío Gil de las cruces de Mayo.
Me salgo de la cuestión, lo cierto, es que me decía este muchacho que tenia mucha confianza en los “ganaos cruzaos”, pues aumentaban el carácter, se adaptaban a cualquier terreno y sacaban una bravura más regular. Las vacas criaban, como ningunas otras, les aumentaba el ingenio y eran más listas. Por cierto que también me informó de que muchos toros de Valcárcel, bravos y fieros y hartos de habas, que venian de reatas de nuestras cárdenas, ya venian dándoles de “lao” las figuras del Toreo y la mayor parte iban al matadero, lo mismo que nuestras retintas, fueron. Lo del Marqués nuestro, con lo serrano “remendao” o “berrendo en negro” (aquí decimos “remendao”) que tenia en su casa, fué demasiado. Bueno, te debo estar cansando, aunque puede que otro día, y termíno, te cuente algo interesante de aquel Tio Gil, el de las Cruces de Mayo, que ha salido en conversación.
Pasaron años, bastantes, diecisiete, dieciocho, tal vez veinte, hasta el punto de que comencé a ponerme viejo, de hecho ya la vista venía fallándome y no se porqué razón, me ví un día en una finca de éstas tempranas, cerca de la Aliseda; y mientras unos se iban de caza, otros de parranda, cartas, alguna niña de buen ver, o alrededor de un buen caldero, yo me ví en solitario echado sobre una cerca de piedra musgosa con signo de haber superado el paso de los tiempos. Hacía bueno y el campo en todo su esplendor con un vientecillo, como una brisa suave refrescaba mi espalda que sin estar sudorosa, agradecía. De pronto percibo que el ganado que estaba traspuesto, se aproximaba y por delante unas vacas muy “elanteras”, playeras de cuerna y con el morro “levantao” y un mugír sereno y grave, sobre un paso lento y confiado llegaron a mi proximidad, más cercanas las viejas, “toas entrepelás” llegando a barbear la alambrada colocada sobre ese tramo de cerca, con algún deterioro y olvidada del albañil, y todo sin extrañar mi presencia. Qué habrían de extrañarla!
Al Tio Pepico se le quebró la voz, le pudo el sentimiento, imposible terminar su Relato, que no cuento, era realidad, por lo que continuo yo: Venian sín reata, posiblemente vacías, ya para este año “hogaño”, hubiera dicho el bueno de “Pepico” entraban en el deshecho; formando, al aproximarse, corro a su alrededor hasta el punto de lamer las manos de este amante de los animales , que ese día se olvidó de otras cosas de la vida, porque presintió que su lugar, en ese día y a esa hora, casi veinte años despues, era aquél, y echado sobre esa cerca, para acariciar y recibir las caricias de sus añojitas “un escuarte alante” -expresión ésta que me costó más de una regañina del “tio Pepíco”, ya que siempre que no se indique si el descuarte es atrás, se considerará delante; y si es de una, siempre será la izquierda; ahora, con un yerro que no les pertenecía. El no quiso herrarlas. Ya no valía el hierro de las ovejas. Cambiaron muchas cosas, para él y para todos, desde aquello de la de Liberación, como solía denominar. Una lágrima, sólo una, hoy sí, salió de esos ojos, ya muy secos, siempre muy abiertos y muy distantes, que apenas ya sólo servirian para llorar en silencio sus alegrias y sus ... Aquella lágrima fué a esconderse, entre la barba, ya menos cuidada, que en los tiempos de la fecha que acuñaba, aquél cartel sepia y apolillado y en el que era anunciado, como “Litri”. Mientras que las “nevaillas” que venian más tardías, como os he contado, comenzarian a parir, bien preparadas para San Miguel.
José Olid

16 mar 2010

Cuento del “Tio Pepico” (Relatos en sepia) II

Siempre creí que serían cuentos del “tío Pepico”. Me lo contaba todo, esto y muchas más cosas. Presumía al vestir la blusa negra manchega; debió ser un buen tratante, tanto de ganados como de fincas y granos; y muy respetado y formal. Su hombría de bien era perceptible desde cualquier ángulo y a primera vista; y más aún si profundizabas en su persona. Gozaba de buena fama como conversador y así mismo era el mantenedor de las mejores tertulias y reuniones (recuerdo la del Molino Aceitero de las Monjas, en el Llanete) en las que lucía, con un “ángel” especial, sus pláticas. Además, muy suelto con la gramática, gustándose a veces, sobre todo en el manejo de la “jerga” ganadera, un tanto del vulgo, pero que resultaba erudita en su léxico, pues apreciabas que la usaba para lucirla y sobre todo consciente, de que al igual que su vista, entraría en una, más que posible, etapa de extinción.
Mantuvo buenas relaciones personales y comerciales con importantes ganaderos, como Don Félix Moreno, Doña Enriqueta de la Cova, Doña Paca Marín, con los nobles de Gotór y Doña Paz, la que aunque por línea colateral, -no todo depende de un titulo- era más noble aún; Don Tomás Jiménez, Bartolo Herruzo, Juan León o Paco Arranz, todos andaluces, salvo este último que era de tierras “charras”. Independientemente de que fueren, más nobles o menos; más de tiros largos o de camisón sin “tirilla”, los ganaderos, labradores y tratantes de la comarca y toda la Andalucía, eran, tenían y disfrutaban de su confianza, mutua confianza. Era mucho el prestigio humano y profesional el almacenado por el “Tío Pepico” a lo largo de su vida.
Tuvo que sentir auténtica veneración por dos Juanpedros, el de Valcárcel y Toledano, dos instituciones del libro de la vida, de la gramática parda y dentro de su, más que posible, analfabetismo. Ambos más longevos que el propio “Pepico”. Dos personajes de los que siguiendo sus consejos y sentencias nunca te perderías o cometerías errores al escoger el camino adecuado en tu vida. Fueron una brújula, para su generación. Me los mencionaba con mucha frecuencia. Debieron dejarle buena huella. Un tercer Juan Pedro, el Domecq que compró la finca de Jandilla a Don Félix Moreno, ya menos romántico no anduvo con plácemes y voluntades para los que con anterioridad frecuentaron la casa. Pepico no fue menos y el tal Juan Pedro, el del vino, al hacerse cargo de “Jandilla”, ya no nos vendió ni el descaste, quitó “to lo asaltillao”, me decía.
 De todos ellos aprendió y tomó nota, el bueno del “tío Pepico”, para discurrir superando ese difícil camino, que le tocó recorrer y ver, hasta que sus ojos perdieron la luz. Para que quería seguir viendo, con la de Cuba, las dos Mundiales, la de Marruecos, lo que le contaron de Filipinas y la que el nombraba, como de Liberación, ya había visto bastante y oído más todavía; no sé, en cual de sus frentes perdió a dos de sus hijos, y ni tan siquiera si fué en el mismo bando; también un hermano. Otra huella más, ésta de esa parte de una vida sin lágrimas, de ojos secos del silencio a solas y tertulias consigo mismo. Ya octogenario y ciego, le seguía perdiendo su infinito amor a los animales, al campo, a una buena tertulia y a un buen yantar (decía Genaro, su “aperaor”, que lo mismo le hacía alegrías a un buen tomate del Olivar de las Huertas que despreciaba un buen jamón, de esos que tienen las etiqueta de crianza).
De hecho nada bello de la vida, le pasó desapercibido. Le leo estos previos y en tono exigente, me amonesta diciéndome, “estás haciendo una exageración y queda como la presentación de un personaje real y no él del cuento, olvidándote, de que me habías hablado de otra cosa, como de un cuento”. Y sigue, ansioso de contarme, lo que para la ocasión, había ordenado en su mente: Todos mis antepasados eran toreros y carniceros y de aquellos que tengamos referencia escrita, y como más antiguos, tenemos constancia de los que servian las carnes de abasto a la tropa del General Castaños; yo creo que a los franceses también, pero esto no lo pongas, pues no estoy muy seguro del “tó”. La familia formaba la cuadrilla y además llevaba las reses bravas y cobraban la muerte y el trabajo con la obligación de llevar la lidia, cosa que se hacía con mejor o peor suerte, que de todo hubo. Sabrás que de aquellas fechas procede lo de cortar la oreja como premio, era como el pagaré para después cobrar, al presentarla, también la canal. Con nosotros venían los “checas” que al emparentar con mis sobrinos, también hubimos de meterles en las cuadrillas. Alcancé a ver a Frascuelo, del que recuerdo como liaba la muleta para los pases de pecho, y eso que siempre le venían para largarles tela; lo de ligarlos era cosa de Lagartijo. Habla con “El Pipo” que el te lo cuenta mejor.
Yo mismo, muy joven participé de esas actuaciones. Posteriormente, muy a principios de siglo, estuve anunciado en un festival con el “mote” de “Litri”, mucho antes de los Litri que hubieron de venir en figuras. Por cierto, que suena fuerte por ahí, un “Litri” novillero, del que se dice que es hermano e hijo a la vez... Este mundo!...Cosas raras, nunca han de faltar.
Manda llamar a una hermana soltera, bastante mayor que él, que presumía, según me dice, de que su madre, de quién aprendió el oficio de “dulcera” le había confitado a la reina Isabel II unos “piononos” , mejores que aquellos que le fueron servidos al Papa que hizo Noveno de los Píos, cuando vino de visita a Granada; Isabel II a lo que sí le puso nombre fue a la sierra del Almadén (Sierra de Magina) el día después de probar los dulces, años después con la visita papal denominados “piononos”, los de “Trinidailla”, era el nombre de la hermana de Pepico. Presentóse la mujer con un cartel apergaminado, replanchadito, cogiendo sepia y con huellas en los bordes de alguna polilla que aposentó en él sus reales dominios, bien enrollado y cogido con cabo de seda, que según el tío Pepico, sedas de color verdad, de aquellas sedas que vendían los tíos de las cintas y que traían de Manila; ahora unos venden corbatas y otros pájaros, me aclaraba.
Pero lo de... todos carniceros puede valer, pero eso de todos toreros? Parecía que se me salía del cuento, más que nada por el tinte testimonial que le dió el viejo cartel a esta conversadera. Continuó relatándome: Yo he tenido en mi casa las vacas más bravas y más nobles de la historia. Como aquellas no habrá otras. Por entonces, yo ya era un hombre maduro. Paco Arranz, el de Salamanca, que tenía algunos años más que yo, vino a sus negocios y se quedó, haciéndonos socios.
Pero bueno, “tío Pepico”, que esto es un cuento, no un relato, le interpelo: Deja, deja que te cuente,...pues no es un cuento...?. Es verdad lo que...deja que te diga, pero como de resultas, habrá quien crea que es sólo fantasía, pues que cada cual se quede con lo que más le interese. Cuento o no, Puedo continuar? Sigo pues: Nos manejábamos bien, mi socio y yo por “tierrabaja”. Después de la Feria Chica de Ronda compramos una punta de vacas con el mismo hierro y distinta señal, unas “nevaillas” y “cárdenas”, con un semental algo viejo y muy “descolgao” y otras retintas, no de las del Guadalquivir, que tienen la cola blanca y más caja, sino de la retinta marismeña que es bastante más “encendía” de pelo. Vinieron andando hasta la campiña de la alta Andalucía, nuestra tierra. Varios meses a base de buenos “costales de pienso” del molino de la “Ermita” abundantes de yeros, habas y algarroba, y que nos suponían más de mil reales diarios, junto al “rayero” de la “Melitona” la pieza de pan de a kilo, una raya, y una cruz por saca de “salvao de hoja”, que todo junto, comenzó a pesar lo suyo. Pero en llegando las rastrojeras y la buena mano -había que fijarse en los serranillos- sin caballos (la mano para partidas pequeñas es mucho mejor que la herradura) las pusieron gordas, a ellas y sus reatas (las retintas -la que no en el camino, a la llegada- parieron todas)
En total juntamos ciento y alguna res, que las movimos por los pastos de las Escuelas, Torrubia, la Laguna, Jarafe (en los papeles pone Xarafe) y Mendoza, Torrechante, Pozo-ancho, “to” lo de Peñaflor, y casi en el Guadalbullón “toa” la Campiña de Jaén, Platero donde nos dejaban encerrarlas, El Brujuelo y Almenara, respetando, dentro de lo posible, lo que la propiedad reservaba para las reses de labor, aunque en los “Pozanchos” nos pasamos un poco, siendo suficientes para mantenerlas y amejorarlas, máxime si tenemos en cuenta que la “cimienza”, no pudo ser mejor, con unas lluvias adelantadas, tanto en otoño como en invierno, que nos permitieron aprovechar los brotes verdes de los trigos y las cebadas tempranas. !Que sí hombre, que sí!, que nos dejaban meterlas en los “sembraos”.
José Olid