12 feb 2010

Maestro, le devuelvo el brindis

“José María, que me ha salio un niño torero”. Mi padre era el José María a quién se dirigía en los albores de los años sesenta, ese buen amigo, ese buen profesional del gremio -éramos gremio de carniceros- que lo fue Juan Antonio Millán; el lugar, el conocido Ideal Bar situado en las cancelas del malogrado Teatro Cervantes de Jaén. Parece que fue ayer y sin embargo es historia.
“Pues Juan Antonio, el mío ya ha dejao los trastos y escribe de toros pa la radio y una revista de Madrid. Carnicerito, es tu hijo? Creo que se conocen y bien que me habla de él”.
Dos padres que fueron faro y eje de nuestra profesionalidad y nuestras ilusiones, transmitiéndonos a la par, responsabilidad y amor por todo aquello que hiciésemos en esta vida. El mío, me echó cosas en la mochila, aparentemente más de las que podría soportar; acepté el reto y entre citar de frente a la vida, dar ventajas y alguna salida airosa por los adentros (nunca de naja) he llegado a este puerto, en el que los amarres se han puesto imposibles y que sin embargo, en el campo de la “crítica taurina” a estas alturas recibo las satisfacciones más importantes de mi deambular por ese intrincado camino de la palabra, tratando de convertirla en arte y al mismo tiempo, tan difícil de transitar.
A Antonio Millán “Carnicerito de Úbeda”, su padre también debió echarle en su mochila algunas cosas, entre ellas la de la profesionalidad, y como más importante, la de su “hombría de bien”. Luego, Antonio y todavía niño, con responsabilidad de hombre, acogió por vocación la de TORERO, llevándola a la mayor expresión de entrega y vergüenza torera con la verdad por delante tanto en su vida como en su obra. Se nos fue, le echamos de menos. Nos falta esa media sonrisa de los torerazos que lo han sido. Su recuerdo, para los que supimos ver la verdad de su Toreo, permanentemente latente y vivo.
Nunca he escrito, nunca he hablado desde los medios para los toreros; siempre lo he hecho para el aficionado y desde el punto de vista del aficionado. Yo sabía por el bueno de Juan Antonio, su padre, que todos los martes a las tres y cuarto de la tarde, el Programa Taurino “Sol y Sombra” de la Ser en Jaén, la EAJ-61 tenía al menos, un radioyente fijo; era Antonio Millán Díaz y como el guionista y autor José Olid lo sabía, se paraba algo más en sus cosas:
“Esos naturales a pies juntos y citando de frente ya nos dicen que ante sí tenemos a un gran ejecutor del Torero fundamental, sólo que nos gustaría cuando el novillo se viene a esa muleta perfectamente presentada, que no ha caído en el vicio del pico, echara la pierna y cargara la suerte, para rematar no en la rectitud, sino atrás y ligar volviendo a cargarla. Sé que para ello hacen falta brazos, cintura y corazón; y de eso le sobra a Carnicerito”.
“Sus pases de pecho profundos, aguantando el semidefrente mientras perdía la cara del toro, hasta que volvía a vérsela de nuevo tras un eterno túnel de torería y buriles negros; y ya echado por delante, una mirada tímida a los tendidos para decir, ahí ha quedado eso”
“En la Suerte Suprema ha nacido maestro. Reconoce la distancia. Mira y echa la muleta abajo entre la cara del toro y la pierna de salida, para con esa envergadura en su coordinada extensión, llegar arriba y profundizar la espada al recrearse y saberse dominador del lance. Y estamos hablando de un novillero. Tengo ante mí una foto, que sobrepuesta sobre una estocada de Don Manuel Rodríguez Sánchez Manolete, parece como calcada; el ligero genuflexo de la pierna de cite, la brevedad de la elevación de la de salida, la mirada puesta en los rubios y la muleta baja, bajísima obligando, dan la sensación de una explicación práctica de la tesis doctoral de Manolete, en versión de Antonio Millán Carnicerito de Úbeda”
Este, es el texto del comentario de la novillada de su presentación en Jaén, para “Sol y Sombra” de Radio Jaén y “Fiesta Española” malograda revista de tirada mundial en la que nos hicimos críticos Vicente Zabala, Molés, Gordillo y un servidor de ustedes. Todavía no lo apoderaba Don Emilio Fernández; el único empresario del que no tuve más remedio que hacerme amigo y eso que salíamos a bronca por día. Un hombre, que pese a su terquedad de no querer más poderes que los de Fernando Tortosa, al final accedió a mi insistencia, tomando los de Antonio Millán.
Siguió con su toreo de frente, con su toreo poderoso; y cuando se acordaba de su compañero de profesión (carnicero) Pepe Olid, a la sazón también crítico taurino, abría el compás (como se le pedía en el texto de su presentación en Jaén) y sobre él, explicaba su Toreo; ese que parecía diluirse, entre los golpes de efecto de Manuel Benítez “El Cordobés”, el longilineo de Paco Camino, y el no querer hacerlo todos los días de Don Antonio Ordoñez. Ahora bien, para situar a Antonio Millán en el lugar que debió corresponderle, no hay que colocar en desdoro a ninguna de las figuras de su tiempo. Mi análisis me dice que Don Emilio debió aceptar que el recorrido como apoderado con Carnicerito debía darlo por concluso llegado el momento, cuando llegaron las grandes ofertas. Antonio hubiera entrado con los “trust” sin problemas, en las exclusivas sin dificultad alguna y en las grandes Ferias por obligación. Si el veterano apoderado, ya sólo de despacho y de “hall” de hotel, hubiese estado en sus mejores tiempos, Carnicerito de Úbeda hubiera alcanzado la altura de los más grandes de su tiempo y eso que fue una de las épocas grandes del Toreo; época ésta, con la única pega de haber tenido que padecer el eclipse del relumbrón de Manuel Benítez “El Cordobés”.
No he necesitado rebuscar en cajones ni archivos, para dar con la foto que acompaña este escrito; siempre la he tenido cerca. Me sentí tan honrado el día de este brindis, que me embargó la emoción. Siempre he dicho que mi cante, no puede con estos tonos. Pero aceptado, reconozco que ese brindis fue mío y para mí; lo he guardado en mi alma torera y en lo más profundo de mi ser. Hoy lo hago extensivo a todos los componentes de esta Peña Taurina, a su cotitular Juan Antonio Millán Herrador y al pueblo de Úbeda tan fiel y tan firme ante el recuerdo y honra, de este gran torero de la tierra que tan a gala llevó su nombre por todo el orbe taurino, llenándolo de gloria.
Maestro con estas palabras, cuarenta y cinco años después, le devuelvo “el brindis” elevando mi mirar a esos toreros cielos que usted ha merecido. Gracias!
José Olid