Un atronador aplauso rompe el silencio en la Real Maestranza de Caballería. Ultimo toro de la tarde; anodina y tibia por todo y cuanto acontecía en su albero superficie de un ruedo irregular de formas y testigo; público expectante, de silente espera, de tantas cosas importantes en la “torería”. Más no es la importancia de la ovación generalizada, sino del cómo y de dónde nace; que lo fue del propio callejón, de los actuantes en el festejo; y puntualizando más de aquellos que calzaban “gregoriana”, “mona” y “zahona”, tocados de “castoreño” y “corta” bordada en oro (todas esta tarde) para extenderse en el propio callejón entre los propios profesionales, y ligarla a todo el conjunto del respetable sevillano. No entendí como no le tocó la música.
Los periodistas, los que escriben de esto, al día siguiente “nada de nada”; si es que la suerte de varas no les interesa, lo que en Toreo sea esencia, les pasa desapercibido. Luego decimos, que el ataque viene de Cataluña, cuando el más voraz, es el que procede de la “reata” de los adocenados, instalados y permiseros que no ven nada más que el oropel y la vulgaridad repetitiva, en que han metido la Fiesta.
O...es que yo no vi, lo que si vio la cámara? Igual, dirían, es un invento del “viejo revistero” que firma esto?.
El nombre del autor, lo supe después al consultarlo en los papeles; Agustín Collado es el picador, que sin tirar el palo (algún ignoral lo afirmaba, a toro pasado, en el tendido) lo montó a toro arrancado, según me reconoció cuando le salí al paso en la calle Iris, para felicitarle y tomarle un plano corto de ésta -mí- cámara a la que algún instalado, llama de juguete; pues no tiene que ser seria ella, para hacerlo así! Otro día os contaré la de cosas, que ve esta cámara en esos callejones y plazas de dios.
Un caballo ligero, alazán dosalbo, cabos al pelo y de 580 kilogramos con “to” -me gustaría que el peso de los caballos no superara el del toro- de la cuadra de Peña, aportando más movimiento a la suerte; dos fueron los puyazos, dos que ejecutó Agustín Collado, este pedazo de picador de las tierras del Santo Reino; uno de los varios y buenos que hay; de los que hablan en la cara del toro, dentro del tono y expresando el Arte que lleva dentro. La vara de picar, también se llama de castigo, de detener, de medir y con ella, aunque algo trasera la colocación, Collado construyó dos suertes en las que aunar los criterios para su uso, era el objetivo, en función del bonito de Pereda, al que como ven en el muletazo de Miguel Tendero, lo dejó así de ahormado y así de rico; fue Albardero número 33 de José Luis Pereda, lidiado en sexto lugar.
Ya no digo más, vean las secuencias de esta veintena de tomas, incluida la felicitación de sus compañeros de tercio. El Tercio de Varas.
He elegido para este trabajo y su publicación las páginas de la web de otro grande de nuestros paisanos, la de Juan Antonio Millán. Creo firmemente en haber elegido bien, sintiéndome honradísimo de la acogida que se me dispensa.
José Olid